Se escuchan y se leen a menudo expresiones como ciudadanos y ciudadanas, trabajadores y trabajadoras, diputados y diputadas. ¿Son correctas?
No son incorrectas, pero en nuestra opinión resultan inadecuadas por redundantes. Al igual que en otras
lenguas, en español el
masculino es el género no marcado,
sobre todo si se usa en plural, lo que quiere decir que incluye normalmente a
los individuos de los dos sexos. De esta manera, en una frase como Los lobos han atacado al rebaño, lo que queremos decir es que han sido animales de la especie lobo
los que han atacado, no que lo hayan hecho solo los machos; por el contrario,
si dijéramos Las lobas han atacado al rebaño estaríamos
excluyendo expresamente a los lobos macho.
Quienes defienden el empleo de las expresiones duplicadas lo justifican
como un modo de hacer patente que el hablante se dirige a los dos grupos,
entendiendo que de otra manera quedarían excluidas las mujeres. A este respecto hay que decir que la
duplicidad no aporta claridad al texto; al contrario, dificulta y hace pesada
la lectura cuando se usa de manera continuada. El empleo del masculino no es un
uso discriminatorio, sino un recurso básico de economía lingüística que busca conseguir el máximo de información con el mínimo de elementos.
En relación con el uso
no discriminador del lenguaje, si el mensaje va dirigido a hombres y mujeres,
es suficiente con incluir ocasionalmente expresiones que muestren que el autor
tiene en mente a ambos grupos. Por ejemplo, basta con usar al comienzo del
texto fórmulas como compañeras y compañeros, amigos y amigas, señoras y señores, o similares, para que se entienda que todo lo que se diga a
continuación está dirigido al conjunto sin exclusiones. Solo es necesario recurrir
a la fórmula desdoblada si el
contexto no resulta suficientemente claro o si lo que se pretende es hablar de
manera independiente de cada grupo.
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